Mirar(nos), escuchar(nos), tocar(nos). Los últimos tiempos vividos nos han hecho aprender a conjugar estos tres verbos.
Decimos que estamos volviendo a la ‘normalidad’, después de atravesar momentos de gran incertidumbre, de confinamiento y de limitaciones, conscientes y responsables del cuidado que nos debemos para bien de todos.
Nos reconocemos saliendo de un proceso de reaprender a querernos… ¿cómo?
- Con los ojos, con las miradas, traspasando los rostros enmascarados para alcanzar a ver cada persona, cada historia, cada corazón.
- Con los oídos y la boca, con las conversaciones, procurando el acercamiento con la palabra oportuna y escucha atenta.
- Con todo lo que somos, con los abrazos prohibidos y siempre deseados, y, en este momento, estrechándolos de nuevo con ternura, cariño y gran emoción.
Ahora toca expresar lo sentido en cuanto hemos aprendido –¡Arriba los corazones!– y escuchado –Escucha tu son–. Para hacerlo, expresa en tu vida y con ella que eliges vivir sabiéndote querido.
Cada uno conoce bien lo que le ha tocado pasar. Sin duda, se han multiplicado las situaciones en las que nos han puesto a prueba. Días de silencios y soledades. Momentos de enfermedad y dificultades. Meses que se han hecho largos para salir y volver a encontrarnos. Hay quienes, además, habéis padecido la experiencia del duelo al “ver partir” a los seres queridos.
Ahora, reconocemos que en todo se nos han brindado oportunidades para sacar lo mejor de nosotros mismos.
La adversidad tiende a debilitarnos. Está en nuestra mano hacerle frente, o más en nuestro corazón. Ya sabes… el mejor antídoto al sufrimiento es el amor. Es lo que nos fortalece: sentirse querido, percibir que no estás solo. Seguro que, también, en este tiempo pasado lo hemos experimentado. ¿Quién no se ha encontrado con una ‘persona vitamina’?
«En muchas ocasiones cuando uno está solo, tener a alguien, una persona “vitamina”, una persona que te apoye, una persona que te escucha, que no te juzga, que te entiende, a la que le cuentas algo y automáticamente te hace sentirte mejor, … Que da igual que haga un año que no la veas, que sabes que con esa persona las cosas son mucho más sencillas. Esa sencillez en las relaciones humanas que tanto ansiamos» (Marian Rojas)
La vida se puede mirar como un campo en el que cada uno de nosotros ha de librar mil y una batallas. Pero ningún combate se ganó en solitario. Fíjate…
Si preguntamos a nuestros pequeños de infantil nos hablarán de multitud de aventuras en este tiempo.
Si escuchamos a nuestros padres percibiremos sus desvelos e inquietudes viéndonos crecer, y a poquito “haciéndonos mayores”.
Si recordamos, todos tenemos a un profesor o maestra que tras los años de cole se han vuelto imprescindibles en nuestra historia, calándonos su ejemplo por dentro y animándonos a ser mejores.
Cierto que caminamos librando batallas, pero lo que alienta nuestra lucha es encontrarnos con la felicidad juntos. Y esto está íntimamente conectado con el sentido de la vida, con la verdad de las cosas, con la bondad de las personas y con la belleza que guardas en ti. Son las cosas del querer.
La belleza que guardas en ti
Aventurarnos a querer y dejarnos querer nos lanza más allá de nosotros mismos, pero ha de partir de nosotros. Este es el primer “querer” que quizás más nos cuesta ajustar: amarnos a nosotros mismos de forma sana, sabiendo lo que valemos y poniendo en juego los talentos con los que hemos sido bellamente creados y bendecidos por Dios Padre.
La bondad de las personas
Lejos de nosotros queda mirar a los demás como los enemigos de esas mil y una batallas que afrontamos cada día. El querer de los demás, sea la familia, sean los amigos, sean los vecinos, llega como abrazo que nos envuelve en ternura. ¡Cuánto los hemos echado de menos durante meses! ¡Cuánto los apreciamos ahora que volvemos a tenernos! Dejarse querer es abrazo que nos envuelve y es estrechar las manos para entrelazar nuestras historias en nuevas aventuras.
Tan cierto es que el “amor de” los demás nos saca de las angustias, como que el “amor a” los demás nos adentra en un mundo de comunión, paz, armonía, respeto, solidaridad, compromiso. Gracias a los demás, que son buenos, nosotros nos hacemos mejores. La bondad es la forma en la que el Creador creó todas las cosas, y a los seres humanos los hizo “muy buenos” (Gn 1, 31).
La verdad de las cosas
“El hombre bueno saca el bien del buen tesoro de su corazón… porque de la abundancia del corazón habla su boca” (Lc 6, 45). ¿Quién puede imaginar a una persona que tuviera la posibilidad de vivir durante generaciones y generaciones? La persona buena es querida no por lo que tiene, sino por lo que es. Aprende de los errores cometidos en el día a día. Se empapa de los conocimientos que orientan su comportamiento y su pensamiento. Profundiza en las experiencias que le dan sentido a su vida, caminando hacia la verdad, hasta verse cerca de Ella.
El sentido de la vida
Hoy son muchos los que anuncian la felicidad al alcance de la mano: una comida especial, un viaje único, un fondo de armario exclusivo, una bebida que te saca de tu monotonía… le llaman “hacer la experiencia de”. Tantas promesas envasadas en un coctel de sensaciones que, a la larga, sabemos que nos dejan igual que antes. Pero no. Sabemos que son “las cosas del querer” las que nos ponen en marcha. Que el querer es lo que nos mueve. Que saberse querido es lo que nos sostiene. Y así, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, en el dejarse querer oteamos que la felicidad está en encontrar el sentido de la vida…